Qué es vivir París con los Juegos Olímpicos y Parc des Princes

Vivir París durante los Juegos Olímpicos es un título que puede parecer surrealista para cualquier amante de la ciudad de la luz. Sin embargo, aquel momento resulta mágico y único en el que toda la ciudad se convierte en una gran plaza olímpica. La energía no solo circula por las pistas deportivas donde los atletas del mundo se reúnen para competir por las primeras medallas, si no también entre sus fans que se sienten unidos entre sus corazones.
Aquel festival de emociones y alegrías recorre todo lo largo de la ciudad de París en pleno verano es el mejor remedio que puede encontrarse, tanto como para olvidar miedos, tensiones o cualquier preocupación. La ciudad brilla con luz propia y sus calles están llenas de colores vistosos donde las banderillas presentan los distintivos de los países competidores en las pruebas atléticas, al tiempo que su silbato atrae la atención del paseante.
La forma como se integran las banderas olímpicas con el tinte deportivo resulta un verdadero espectáculo para los ojos. En este sentido la imagen de multitudes reunidas en las plazas y calles, celebrando los éxitos de sus patriotas, resulta abrumadora para quien la contemplaba desde fuera de su propio entorno, a decir verdad puede parecer un espejismo que se derrumba solo ante una realidad cruel.
El ambiente olímpico invade cada rincón tanto a lo interior como a lo exterior. De la arquitectura emblemática hasta los detalles más diminutos en las fachadas, todo parece recibir algunos de sus colores y formas por obra del fuego dorado encendido que se encarga de darles un color y un brillo inigualables.
Viviendo el Juego bajo una luz especial
La sensación de pertenecer a algo mayor que uno mismo es sentida de manera innegable cuando estás en vilo esperando el resultado final de esas luchas atléticas en las que la victoria cuesta sangre. Cada movimiento, cada levantamiento del corregidor o empuñadura de los guantes va acompañado por un público masivo formado con fanáticos vestidos en ropajes que a diferencia de lo común brillan intensamente como una estrella.
En su momento se vivía momentos mágicos como bailar al ritmo olímpico junto a miles de personas. La calma y tranquilidad general que caracterizaba a esta ciudad resulta anulada por un mar inmenso con ondas en forma humana y las banderas del país recorren la arena, dejándote boquiabierto ante tal espectáculo que se convierte instantáneamente una verdadera obra de arte. El ambiente festivo invadía al paseante por la puerta grande llevado en el aire a ritmos alegres.
Cualquier otra noche podría verse como mera rutina; no obstante cuando la multitud forma círculo y el fuego brindo para que la emoción se exponga, todo da un vuelco inesperado: los gritos resultaron más fuertes mientras se alborotaba con cada acierto que se producía en las canchas. En el mismo ambiente la alegría parecía incondicional y no tenía fin.
Nuevos hitos que jamás olvidarés
La historia se hace verdadera ficción cuando, de manera simultánea, se aprecia al saltador sueco Duplantis vencer una prueba que había permanecido por mucho tiempo fuera de su alcance. De la emoción vivida durante las competencias entre paises, cada logro superó con creces a su anterior mérito y en ese sentido también nos acordamos en el gran acontecimiento deportivo que tuvo lugar durante los Juegos.
El deseo de ver al final cómo todo iba bien era la única constante del corazón de miles de hombres, mujeres o niños. Después de tanto sufrimiento y esfuerzo lograr superar el registro mundial en salto de larga distancia era un hecho que tenía mucho más significado que antes cuando el mundo se congregó alrededor de la pista para verle competir.
Un ambiente festivo imborrable, donde multitudes se suman para que ningún olímpico vaya solo. Con todo lo vivido el recordatorio quedará eternamente en ti durante toda tu vida: si aún no te has sumado a este grupo famoso de personas al menos es un buen momento para hacerlo.
Una experiencia única

Una experiencia como la visita que se hace durante los Juegos Olímpicos resulta única y verdaderamente una sensación de sentirse en medio del mundo cuando todo es distinto, pero sobre todo se trata en verdad de ver cómo la gente se reúne para admirar y celebrar las hazañas atléticas. La multitud que rodeaba a cada concursante en las pruebas, así como los gritos de alegría que resonaban dentro del Estadio con sus banderas ondeando al viento es un recuerdo vivido que no ha pasado tan rápido.
La gente se suman para formar parte activa en este gran festival deportivo que a diferencia de lo común está lleno de ilusión, optimismo y felicidad pura. La inmensidad del evento hace sentirse al individuo más pequeño que nadie y los momentos difíciles que se viven no son olvidado para nada.
Durante estos momentos la ciudad en sí misma parecía un gran estadio abierto. Todo el mundo está allí formando una atmósfera tan única como esta, por lo tanto cada persona forma parte de este inmenso grupo único y juntos celebran y se alzan con los primeros lugares ganados.
Un encuentro perfecto

Aquel instante donde la noche de verano acaba después de haber sido vista en su total extensión. El clima no podía ser más soleado mientras lo viven todos desde distintas perspectivas. A pesar de estar al otro lado del mar en el que los Juegos se llevan a cabo, uno puede imaginarlo.
Los gritos fueron tan fuertes a la hora de los partidos y no tuvieron fin hasta el minuto final. Los gritos e interrupciones por parte del público jamás cesaron y la gente salía al paso mostrando banderas con distintivo que identificara sus lugares de origen. El momento en el cual logran superarlo el esfuerzo supera y triunfa es siempre un momento muy trascendental.
La sensación a sentirse parte no solo del público, sino también por ser una gran familia cuando se sienten juntos al celebrar todos los aciertos que se llevaban cada uno en un rincón de París durante esta fecha aniversario.
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